No incurre en responsabilidad el que defiende su persona, sus bienes o derechos,
o su morada, o la persona, bienes o derechos, o morada de otros en circunstancias
que hicieren creer razonablemente que se ha de sufrir un daño inminente,
siempre que hubiere necesidad racional del medio empleado para impedir o repeler
el daño, falta de provocación suficiente del que ejerce la defensa,
y no se inflija más daño que el necesario al objeto.
Para justificar el dar muerte a un ser humano, cuando se alegue legítima
defensa, es necesario tener motivos fundados para creer que al dar muerte al
agresor se hallaba el agredido o la persona defendida en inminente o inmediato
peligro de muerte o de grave daño corporal.
Para justificar la defensa de bienes o derechos las circunstancias indicarán
un ataque a los mismos que constituya delito o los ponga en grave peligro de
deterioro o pérdida inminente.
Para justificar la defensa de morada las circunstancias indicarán una
penetración ilegal o con el fin de cometer algún delito.